Mi Viaje Cervecero – Parte 5 – Despedida de Bruselas
En esta entrega, vamos a recorrer los dos últimos días en Bélgica, antes de retornar a Londres para iniciar nuestro recorrido en Inglaterra. Las crónicas anteriores pueden verlas aquí, en la página de Somos Cerveceros. Hacía ya varios días que estábamos en Bélgica, pero aún nos quedaba mucho por ver. Teníamos que dejar el Hostel […]
En esta entrega, vamos a recorrer los dos últimos días en Bélgica, antes de retornar a Londres para iniciar nuestro recorrido en Inglaterra.
Las crónicas anteriores pueden verlas aquí, en la página de Somos Cerveceros.
Hacía ya varios días que estábamos en Bélgica, pero aún nos quedaba mucho por ver. Teníamos que dejar el Hostel a las 10:00, pero teníamos un problema: habíamos hecho bastante “shopping” por los locales exclusivos de cerveza y tenía un mundo de botellas para traer y compartir con mis amigos y, sobre todo, no tenía donde ponerlas. Como las llevo? Viajé solo con una mochila! Así que nos levantamos temprano (6:10 de la mañana) desayunamos en el Hostel y salimos para recorrer uno de los lugares más pintorescos de Bruselas: el mercado de pulgas de Les Marrols que abría a las 7 de la mañana. Es una plaza adoquinada con una gran feria al aire libre donde se puede encontrar casi cualquier cosa. Ví una valija antigua, de cartón, y la conseguí después de desplegar las habilidades adquiridas en chatarreros varios por solo 8 euros. De vuelta con nuestra compra, armamos las valijas y partimos para cambiar de Hostel.
Una vez instalados en el nuevo Hostel, más cerca del barrio Marroquí, salimos a almorzar. Hicimos el típico almuerzo de Baguette en la plaza heredado en estas latitudes de la influencia francesa, acompañado por unas latas de Leffe Bruin y Leffe Blonde, que por supuesto se consiguen en todos los kioscos.
Como sobremesa, decidimos volver al Delirium Tremens, a ver si era un sueño o existía de verdad. Lo confirmamos con una Gordon Cooper y una Floris White, luego para tener una segunda opinión probamos con Karmeliet Trippel de 8,4% y Kasteel Brown de 11%. Es posta, che. Para tomar real dimensión de la oferta cervecera que tienen, hicimos una cuenta rápida y tomando 8 cervezas por día nos tomaría más de 8 meses recorrer la carta, sin faltar un solo día, 7 días a la semana.
Saliendo del Delirium, quisimos abandonar un poco la zona céntrica y turística, para mezclarnos con los locales. Así, gracias a la recomendación de una empleada de “Use It”, el lugar de información que comenté al principio, dimos con el Celtica Bar. Es un lugar bastante oscuro, alejado del centro, con un formato angosto y profundo. Sobre un lateral, todo a lo largo, la barra de servicio. Sobre la lateral opuesto, sillas altas cerca de una barra amurada a la pared. Algunos televisores con fútbol y música de fondo bastante alta. Me llamó la atención que tenías algunas cervezas que no había visto antes tirada: Orval y Lindeman´s Perchesse, que es de durazno. Luego de hacerle los honores a estas dos delicias, salió “matrimonio”: Chimay Blue y Duvel.
Al día siguiente volvíamos a Inglaterra a la tarde, así que nos fuimos al hostel a descansar un poco. Este nuevo lugar era bastante más grande y más cómodo que el anterior, se llama Ausberge de Jeunesse, de Generation Europe. Hasta tiene baño privado, a diferencia del anterior. Si bien está a unas 25 cuadras del centro y no hay transporte público más que el taxi, es una buena alternativa para tener en cuenta. En los alrededores, al ser el barrio marroquí, hay una especie de zona tipo “once” en Argentina, con negocios que venden de todo un poco y mayoristas. Allí conseguimos una nueva valija, esta vez de las tradicionales, ya que seguíamos comprando cerveza en los Beer Shops. También tiene un bar interesante con una bien provista heladera y, por supuesto, el vaso correspondiente de cada una que pidas.
La mañana siguiente al levantarnos preparamos las valijas para viajar a Londres. Teníamos pasajes para la tarde temprano, así que las dejamos en la guardería y salimos, una vez más, a ver si había algo con lo que aún nos podía sorprender Bélgica. La mejor forma de conocer una ciudad es perdiéndose, dicen, así que arrancamos sin rumbo fijo. Pudimos ver partes de la ciudad muy antiguas, catedrales, muros conservados entre medio de las edificaciones y otras construcciones muy llamativas mientras íbamos para el casco histórico del centro. Aunque la verdadera sorpresa la encontramos con este cartel:
El bar se llama “La Brassiere” y está a unas pocas cuadras de la plaza central. A las 10 de la mañana, todos los bares invitan a los transeúntes a sentarse a disfrutar una cerveza… gratis. Ja! De un lado Karmeliet, del otro Kwak. Será? Un poco incrédulos, nos sentamos y marcharon dos Kwak.
Podrán ver en las pizarras una constante en cada bar que te sentás: la oferta de cervezas es muy amplia. Las que se ven en las pizarras son “solo” las tiradas. Siendo una cerveza de más de 8% de alcohol en volumen, decidimos pedir algo para comer, pensado que lógicamente la idea era atraer comensales . Quedamos helados al recibir como toda respuesta al preguntar que podíamos comer, “no, just beer”. Nada, solo cerveza a esa hora! Y no solo eso, sino que al terminar las Kwak, la camarera vino con dos Karmeliet, también de más de 8%.
Dada la situación, se apiadó de nosotros con un platito con un poco de queso. A la hora de retirarnos, ni siquiera nos quisieron cobrar eso, sonrisa y “vuelvan pronto”. No me imagino una situación que sintetice mejor lo que vivimos en este viaje: excelente cerveza, maravillosas personas, ciudad increíble. No puede haber una mejor despedida de Bruselas que esta.
De vuelta al hostel para recoger el equipaje, pedimos en el lobby el taxi y nos dijeron que tardaría unos 10 minutos. Que otra cosa se puede hacer en 10 minutos en Bélgica si no es tomar una cerveza?!? Pedimos una Morte Súbité y una Leffe Blonde que vinieron cada una en su respectivo vaso. El tema es que al terminar de servirlas, el taxi estaba en la puerta, así que apuramos un “fondo blanco” y partimos. Estábamos sin almorzar aún…
Cuando llegamos a la estación central para subirnos al tren, nos quedaba aún un poco de tiempo. Preferimos hacer aduana y esperar cerca del tren. La frutilla del postre se dio al pasar por el control de salida: al ver las valijas pesadísimas el oficial Belga nos dijo “que llevan?”. “Cerveza, por supuesto” le dijimos. “No, imposible subir con eso al tren, ni tampoco despacharlas”. Casi me vuelvo loco, dejar todo lo que había comprado? Llevaba más de 60 botellas y cada una estaba elegida especialmente para alguien, para regalarla o para compartirla. Me patinaba un poco la lengua teniendo en cuenta que estábamos sin almorzar y con varias cervezas encima, empecé a explicarle que eran para degustar, que pertenecía a una Asociación, le mostré el carnet de Somos Cerveceros, el de la AHA, le expliqué que era Juez de Cervezas, le mostré la Revista de Somos Cerveceros. En un momento se empezó a reír y me dijo “Es un broma, que tengas buen viaje”. Así es Bélgica. Me volvió el alma al cuerpo, pasamos por la aduana, nos reímos un rato y, por supuesto, tomamos otra cerveza con un frugal almuerzo.
Nos queda aún el bizarro viaje a Londres en el Eurostar, nuestro ingreso a Inglaterra en condiciones que distaban mucho de ser presentables, y la aventura en tierra de Ales.
Semilla